Creyéndome ultraplanetariamente guay, como todo ser chispeante que se preste, en mi cuestionario existencial también amparo el complejo desvelo acerca de qué superpoder adoptar llegada la coyuntura de ser afortunadamente avivado con tremenda premisa y, tras meditarlo concienzudamente, me decanto sin espaciosidad a duda alguna por la estupenda facultad de la invisibilidad.
Si bien resultome muy seductor la imposibilidad de ser visto obedeciendo únicamente al arbitrio de mi caprichoso antojo que, por otra parte, de incontables enredos me rescataría conforme a ciertas tesituras contumaces en atenderme a toda costa; lo cierto es que más aún me estimula dicha resolución la ilusión de incorporeidad para cualquier fulano que así se tercie. Sí, así de magnánima es mi persona; qué se le va a hacer.
El caso sería el siguiente: una vez dictaminado el perengano a desintegrar en base al argumento a acordar complaciendo exclusivamente a mi criterio ya que innecesario es ahondar en naderías, diplomáticamente, mi dedo índice diestro presionará levemente el ombligo emplazado en el centro del vientre propiedad del elegido y ¡tatatachán! ¡¡¡plof!!! Invisibilidad para el afortunado y sin vestigio del susodicho para los restos de mi sosiego.
Documentada estoy que esto es casi irrealizable, sin embargo, como acostumbro a escuchar hasta la saciedad aquello de que lo deseado con todo tu corazón termina aconteciendo, me he dispuesto a no darme por vencida.
De manera antagónica, ya he otorgado comienzo a tan portentosa destreza con rendimientos carentes de satisfacción y altísima estupefacción del personal destino de mi vesania originándome una profunda ofuscación.
Haga conmigo un ejercicio de vislumbrar el trance propiciado permitiéndome ahorrar en desagradables pormenores que, ni corta ni perezosa, ante la incertidumbre ocasionada ultimo con una soberbia interpretación ignorando por completo al aludido en cuestión como si verdaderamente fuera efectivo mi superpoder y con la sapiencia aprendida que quién ríe el último ríe mejor ya que por lo visto también se dice que en el empeño está el éxito, asimismo, a Dios pongo por testigo que persistiré en ello.