anaqueles

Cuenta la leyenda que en una estrecha y sombría callejuela del corazón de una inmensa ciudad, en medio del bullicio y del ajetreo, está enclavado un diminuto taller escindido en numerosas dependencias impregnadas todas ellas por un volátil aroma a moho en cuyas paredes se alicatan montoneras de anaqueles en los que descansan millares de inconmensurables libros, todos y cada uno de ellos de edición limitada a un único ejemplar con historias para regalar a toda una eternidad.

De por medio de la dispar compilación años ha se extravió un volumen de distintiva singularidad; no tanto por su excepcionalidad en envoltura o en lo que su escrito manifiesta como por la fascinación suscitada en todo aquél que tiene la eventualidad de deleitar su leída debido a que con exacta destreza despierta la pasión que entierra el lamento otorgando un beneficio reconfortante a su leedor empero, una vez desaparece, lo condena a un vagar incesante de obsesión en una nube en la memoria por volver a sumirse nuevamente entre sus páginas sin hallar agrado.

Cuentan que dicho manuscrito aún está en tenencia de un propietario que se niega a devolverlo a su anaquel sorteando así su propio desamparo a sabiendas de morar atormentado porque jamás nadie gozará descanso al abrigo de sus pliegos y que hubo quién de tanto preguntar por él terminó por encontrarlo descubriendo desencantado que, realmente, aquel tomo no era más que un compendio de viejas desgastadas hojas en blanco en las que cada cual inventaba de su puño y letra con tinta del particular anhelo sin nada que lo hiciera extraordinario, a excepción de perpetuarlo a la estela del olvido hasta el fin de los tiempos.

manifiéstese a su antojo