el sueño de una noche de verano

Si esto no es un jodido sueño que venga el mismísimo Dios y me lo diga. Si tiene cojones que se presencie aquí y en mi puta cara me lo diga.

¡Diooosss, menuda pasada!

Apuro un poco más y el rugido de 610 CV de pura rabia bajo mi pie me hacen sentir que estoy vivo. La brisa del ocaso acaricia mi piel bronceada y el espejo retrovisor me devuelve un reflejo del que no puedo estar más satisfecho.

Si de algo compensa tantas horas entre despachos y reuniones interminables es por esto. Este maldito coche está justamente diseñado para mí y sí, tu sonrisa tampoco queda nada mal ahí.

Aún no lo sabes, pero tenemos reserva en el restaurante de innovación que tan solicitado está porque esta noche no hay nada que se me resista.

Joder, este cóctel de tu perfume con el aroma de la piel a estrenar me enloquece hasta desfallecer. Sí, chati, me lo estoy currando, me lo estoy currando y muy mal se me tiene que dar para que esta noche no te zumbe ballesta hasta borrarte esa sonrisita bobalicona con la que me admiras. Sí, nena, lo sé.

Por fin hemos llegado. Con una maniobra magistral estaciono y recobro el resuello mientras acallo el rugido de este pecado terrenal.

—Tiene el maletero abierto.
—Disculpa reina ¿decías?
—¿Yo?
—Tiene el maletero abierto.
—¿Quién ha dicho eso?
—Yo no, habrá sido el coche.
—¿El coche? Pues no me han comentado nada en el concesionario esta mañana.
—Pues yo no he dicho nada, ya te lo digo yo.
—¿El qué?
—Que yo no he dicho nada.
—¿Y cómo no me ha comentado nada?
—¿Yo? ¿de qué?
—Tú no, el vendedor del concesionario… A ver cómo soluciono esto yo ahora.
—Además esa voz no es humana. Es el coche.
—Ya sé que es el coche pero ¿cómo…?
—Disculpe, tiene el maletero abierto.
—Otra vez. No habrás tocado nada ¿no? Mira que las mujeres sois muy de tocar.
—¿Yo? ¿Tocar? Yo seré muy mujer, pero de tocar nada de nada. No te confundas ¿eh?
—Yo no me confundo pero haz el favor de no tocar nada.
—Sigue teniendo el maletero abierto.
—Joder, pero qué coño…
—Oye, cari deberías mirar…
—¿Dónde? A ver, ¿dónde debería mirar? Ahora también entendemos de mecánica ¿o qué?
—¿Podrías mirar a tu…?
—¡¿Y tú, eh bonita, podrías mantener esa boquita cerrada que con el cochecito ya tengo bastante?!
—Disculpe, que tiene usted el maletero abierto.
—¡¿Qué ya lo sé?! Y tú, tía, ¿quieres hacer el puto favor de no tocar nada?
—¿Y tú quieres hacer el favor de mirar a tu izquierda?
—¿Qué?
—¡Qué mires a tu izquierda!

En mitad de todo ese desconcierto siento unos golpecitos en mi hombro que me obliga a dirigir la mirada hacia la dirección indicada por mi bellísima acompañante topándome con un buen señor traqueotomizado que desde su laringófono me informa, nuevamente, que el maletero está abierto.

manifiéstese a su antojo