el niño

Una descomunal vitrina atestada de indeterminables coloridas golosinas embellece la añosa portada de madera del almacén de despacho de caramelos y bombones en la plazuela del parque cuyo umbral nunca ha sido franqueado por la mirada del niño que cada tarde al pasar por delante imagina cada vez algo diferente en su misterioso interior, algo siempre asombrosamente fascinante para darle una extraordinaria sorpresa, mientras la mujer que le escolta tira con pesar de su mano para que no se embobe en demasía en su apresurado trayecto de ida.

Unos metros más allá otra mujer presidiendo un corrillo de semejantes los observa e imagina indeterminables explicaciones del porqué nunca claudica al deseo del famélico niño de entrar en el almacén de despacho de caramelos y bombones sin concebir que todo tiene su génesis y su historia particular. Entretanto todas ellas parlotean decretando todo aquello que las hace envidiables a todo aquel que coexista con sus irreemplazables excepcional existencias descuidando así la custodia de los niños que latosamente juguetean alrededor del surtidor de piedra sito en la parte opuesta de la añosa portada de madera.

Horas más tarde en exacto momento, el niño entretiene de su apresurado trayecto de venida a la mujer que le escolta para refrescarse en el surtidor de piedra en un intento fallido por atisbar el interior del umbral a la vez que es franqueado por otra mujer presidiendo un corrillo de semejantes a la custodia de latosos niños atestados de coloridas golosinas decretando así un extraordinario adiestramiento, a excepción de la anochecida de hoy que asombrosamente ha reventado la descomunal vitrina resulta de un misterioso impacto acertado de una piedra siendo todas ellas sepultadas al pasar como cada tarde por delante unos metros más allá de la fascinada mirada del niño ante su deseada extraordinaria sorpresa.

manifiéstese a su antojo