Cuenta la leyenda que existe un lugar recóndito y escondido de vías casi impenetrable gobernado por la bóveda celeste más deslumbrante jamás contemplada, refugio de un fastuoso silencio donde se entrelaza anudándose en infinitas vueltas los tallos trepadores de flores olorosas de la madreselva más longeva que se preserva de todos los tiempos.
Aseveran que por cada promesa incumplida, por cada sueño arrinconado, por cada deseo desatendido, emergen nuevos vigorosos brotes entre sus hojas perennes e impulsan la savia de la enredadera permaneciendo allí a la espera de ser invocados para realizarse en cualquier instante y que cuando esto sucede, afloran en su mayor suntuosidad las más bellas flores intensificando su exuberante dulce fragancia.
Aseveran también, que en el interior de sus tóxicos frutos encarnados se almacena cada palabra ingrata pronunciada, cada efluvio de ira derramado, cada golpe indómito desatado perpetuándose allí para ser arrasados por el olvido de todo aquel indulgente que conquiste el entendimiento para que así únicamente quede lo bueno y el corazón, al fin, descanse.