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Apretujada a tu cuerpo en la cama y embelesada con tu hermosura entretanto conciliamos la soñera con tu lectura en voz alta, pienso que eres súper guay.

Ese es mi primer recuerdo de ti.

Años más tarde, unas horas arañadas de lectura a escondida de un ejemplar sustraído de entre tus enseres de un fin de semana fugaz de visiteo al hogar. Un ejemplar que tardé casi dos décadas en recordar el título exacto para sostenerlo de nuevo entre mis manos y que, hoy, corona a este álter ego mío inspirado completamente en ti a pesar de hallarme muy lejos, lejísimos, de tu saber pluscuamperfecto —si hubiera nacido antes sería tú, ¡maldita sea mi estampa!—.

De tu mano encaro un mundo destrozado que siempre estuvo de vuelta en un perpetuo disentimiento entre el realismo de tu belleza y el idealismo de mi ingenio parcheando con humor para así adormecer el lamento. Un mundo que nos acorraló por momentos y casi le creímos pero ahora, que al fin nos determinamos, no hay cabida a miedos porque las cosas que más tememos ya ocurrieron y nos esperan en la fila de la insurrección.

Desconozco el acontecer de nuestro vagar y no es porque no medite sobre ello, pero cuando te veo en los ojos de tus dos plastitas que tanto vértigo dan, tomo plena conciencia de que esto va en serio y es ahí, cuando estoy absolutamente convencida que lograremos el equilibrio perfecto a nuestro disentimiento y les cederemos un mundo mejor del que nos acogió.

Apretujada a sus cuerpos en la cama y embelesada con sus hermosuras entretanto concilian la soñera con mi lectura en voz alta, pienso que son súper guays.

Este es mi presente, junto a ti, junto a ellos.