octubre de dos mil diecisiete

Tu buena voluntad es cambiar, entretanto, disfrazas en ser uno más la galbana que a bocados te arruina y te desmorona; acabamiento al aceptar que no tienes ni pajolera idea de cómo lograr tu alma reparar.

Aprendiste a ver en la desorientada caminata por la que transitas negándote a participar para así no volver a lamentar el estropicio tras tu paso y, en determinadas ocasiones, asiendo un denuedo hercúleo al ahogarte por domeñar las impetuosas ganas.

Te mimas al pensar que la intuición no te falla trocando que, quizá, sea el miedo quien sentencia a mantenerte paralizada porque de sobra conoces la sapidez del dejo por no saber saciar las desmesuradas expectativas generadas y te postergas al más estricto de los confinamientos.

Cumplidamente destrozada apartas todo lo que ya nada conforta y recompones una y mil veces el entendimiento de tu incomprensión obligándote a recusar de tu tenencia descuidos ajenos que poco o nada derivan de tus acciones. No admitas, no consientas pese a que duela no siempre eres responsable.

Ey, profundiza en esa hambre desconocida e igual consigas respirar.

»Déjame vivir con alegría, Vainica Doble

manifiéstese a su antojo