miento

Ahora que vamos despacio, voy a contar mentiras. Mentiras que, pobremente, desenmaraño rehaciéndolas una y mil veces; mentiras que exoneran a otras mentiras, que absuelven mis míseras mierdas, trajeadas, partícipe de verdades retruécanas que nunca jamás exteriorizo porque yo jamás nunca miento.

Voy a contar mentiras.

Hoy es un día como otro cualquiera, sin reseña en el calendario. Nada te recuerda, ni tan siquiera la losa que embellece tu putrefacto cuerpo.

No he vuelto a pensar en las últimas horas finales que me entusiasma rememorar en esa, para nada, manipulada versión cambiante según la voz evocadora; como tampoco he vuelto a pensar en el comportamiento ejemplar de cada uno de los allí presente, especialmente, en el incondicional calor materno.

De nuevo voy a contarte mi desgarradora historia, donde todos son culpables obligando y arrastrándome a esto que no soy yo porque, quizá, es muy probable que ni lo recuerdes. Quizás, también, reitere ostensiblemente el incuestionable profesional que soy y lo tremendamente mal que lo estoy pasando con todo esto.

Nunca emito un prejuicio sobre cualquier cosa que cualquier persona tenga la desfachatez de ejecutar, mucho menos, si el acto en cuestión es frecuente en mi usanza porque no acostumbro a adulterar ni el lenguaje, ni la evidencia a mi socorro.

Me maravilla descubrir sin entender cómo mis palabras bailan en tu garganta al son de la participación de tus palmeros contiguo a sus estelares aportaciones que no provocan mi mayor desagrado.

Estimo, sobrevaloradamente, a todo aquel que me anima a desatender mi esmerada mesura con una insistencia improcedente maquillada a través de una inexistente realidad impuesta menospreciando mi derecho a decisión porque desconozco lo que deseo.

Desmiento que no he fantaseado con la posibilidad de prometer algo que no haya prometido ya; la posibilidad de desanudar mi nombre o que hace tiempo desaprendí mi maestría para desintegrarme.

Y, ante todo, agradecerte enormemente esa inmensurable deferencia que te singulariza para con todos a excepción de mí, porque este detestable y ruin bienestar es inimaginable.

Ahora que vamos despacio… ¡tra-la-rá!