en busca de la felicidad

—No, me niego, no voy a aceptarla. No dejaré que cometas este error, no puedes irte así sin más. No puedes hacerme esto.

He perdido la cuenta de las horas que llevo sentado frente a ti. Encerrados en esta habitación. Oyendo sin oír de fondo tu inacabable runrún cargante de palabras vacuas. Interpretando escrupulosamente cada uno nuestra correspondiente comedia de la que ya no formo parte.

Hablas y hablas y hablas y entretanto no puedo evitar reírme de lo absurdo que se te ve en tu papel, tan importante, encarando dividendos que de ningún modo serán tuyos y ajeno a que tu esmerada consagración es secuela de mi ausencia al otro lado de esta mesa.

En tierra de nadie.

Ni uno de los nuestros y por supuesto, jamás, uno de los de ellos.

Pero ahí estás, promulgando sobre una vida que ni conozco, ni comprendo, ni me atrae, ni me interesa. Aunque he de admitir que me es primordial tenerte como dechado para no preterir en lo que, en absoluto, me he de materializar.

 —No puedes irte, me jodes vivo y lo sabes. Esto sin ti se hunde… ¿Qué tengo que hacer? Dímelo, venga, lo que sea. Te lo pido de rodillas si es lo que quieres. Hazlo por mí, por la amistad que nos une…

Te miro y me pregunto si alguna vez has sabido quién soy y si, ciertamente, te ha inquietado descifrarlo.

Mírate, no te enteras que la vida no se vive a tu manera. No todo vale, no todo está permitido. La dignidad la impone la persona, indistintamente del cometido, grado o salario y los que trabajan para los delincuentes son otros delincuentes.

—Dímelo, a mí puedes decírmelo. ¿Por qué? ¿Por qué lo haces? Mira que lo intento, pero no logro entenderte… ¿Es el sueldo? Porque si es el sueldo…

—Basta. Haz el favor de firmar.

—Es eso ¿no? ¿Es por el sueldo?

—Si en todo este tiempo no he hecho mención de eso y por parte de la empresa no lo ha creído necesario, ten el decoro de no incentivarme de esa manera tan torpe e inoportuna. Firma.

—Eres un hijo de puta. Esto se jode sin ti… me jodes…

—Por favor, firma.

Y fue en aquella ocasión en la que empecé a pensar en Thomas Jefferson escribiendo la Declaración de la Independencia, en aquel apartado que hablaba acerca de la vida, la libertad y la búsqueda de la felicidad. Y pensé en cómo supo poner la palabra “buscar” ahí en medio, como si nadie realmente pudiera alcanzar la felicidad. ¿Significa que la felicidad es algo que estamos destinados a buscar, pero que nunca encontraremos?

»UG TANANG UBAN PA, Mayo 2015

manifiéstese a su antojo