agosto de dos mil dieciseis

Dificultosa anualidad escaldada en manos de la constatación del súmmun inmaculado de la ruindad dueña y señora de aquellos que un día poseyeron la incondicional lealtad que, solamente, tu respeto profesa sin cláusulas ni letra pequeña.

Obstinada vida en enseñarte por cojones a esconderte tras tu corazón y obstinada testaruda tu persona en enseñarte a no colaborar con tu propia desgracia salvaguardando tus sentimientos que nunca, jamás, están de vuelta de nada a la calma perpetua de un improvisado sencillo palpitar, tanto para bien como para mal.

A recordar en todo momento tu cuenta pendiente con ese amanecer a destiempo sobre un cielo glacial atiborrado de estrellas teñidas de los colores más inimaginables… igual, el truco está en no desesperar; todo llega.

Siempre echando en falta lo que no debes soslayando tu indómito deseo desbordándote de maldita soledad para herirte solo a ti misma porque, finalmente, comprendes que el tiempo marcha a su hora y no tiene en mente permanecer a tu espera.

Despereza, comienza la cuenta atrás.

»Elegy for the Arctic, Ludovico-Einaudi