puta

Yo no deseo que las mujeres tengan poder sobre los hombres, sino sobre ellas mismas”
—Mary Wollstonecraft

Me enredo entre tanta terminología compleja con cada uno de sus precisos vocablos en el tan profuso repertorio de una lucha de géneros reincidiendo en obsoletos patrones déspotas, manidos y excluyentes.

Nada más ominoso que hacernos víctimas de nuestra propia desgracia para así redimir e imputar, libres de culpa, nuestros escarmientos porque el privilegio es el mayor enemigo del derecho.

Leo, indago, observo —y ya lo lamento— pero no alcanzo a entender nada y me asusta tantos artificios empapados de falsa moralidad parcheando una problemática educacional profunda sin cabida alguna a pensamientos perniciosos donde lo único preponderante debe ser el respeto en todas sus formas limpio de prejuicios.

Claro que apremia una equidad real y me revelo y me condeno cuando perpetúo con solo uno de mis actos la más mínima disparidad pero el fin no justifica los medios. Una injusticia siempre, siempre, es una injusticia.

No lo entiendo, no.

Sí creo firmemente en una coeducación desde la diferencia con una sobria imparcialidad ante la dignidad y ante los derechos porque cuanto más igualitaria es una sociedad más confianza reina en ella y por supuesto, faltaría más, nadie desde una superioridad divina abanderando cualquier tipo de protección hacia mi especie me va a aleccionar en cómo he de determinar o sentir mi femineidad.

Vivo en consecuencia a lo que pienso. No tengo que justificarme.
Soy mujer y me quiero libre.

manifiéstese a su antojo