enero de dos mil dieciocho

Toca esa tecla y vuelves a la prehistoria de tu existencia donde se mutila la inocencia, donde te adopta el impenetrable sigilo, donde aprendes cómo aplicarse en cuerpo y alma en el inadvertido individuo que ambicionas empero nunca logras ser.

Toca esa tecla y con ella resucitan las manos y las mojadas pesadillas y las insoportables carencias del propasado estorbo y el inconsolable asco te despelleja hasta exhibir la carne viva mas no relame lenitivos el gigantesco sentimiento de culpa ni tampoco lacera en demasía.

Hoy, en este mes de este año besas el suelo tal y como se cumple en todas y cada una de las ocasiones que resuena esa puta tecla, sin excepción alguna. Sin embargo, hoy, interpretan para ti la sinfonía que desembrolla la partitura del desconcierto, que revela el auténtico nombre de las cosas.

Miedo. Culpa. Asco. Silencio. Cansancio. Vacío. Pena.
Cobarde. Estafa. Farsa. Fraude.
Un maldito fraude.

Afloja, tan solo es aprendizaje. Tan solo, supervivencia.

»Maná maná, The muppets

octubre de dos mil diecisiete

Tu buena voluntad es cambiar, entretanto, disfrazas en ser uno más la galbana que a bocados te arruina y te desmorona; acabamiento al aceptar que no tienes ni pajolera idea de cómo lograr tu alma reparar.

Aprendiste a ver en la desorientada caminata por la que transitas negándote a participar para así no volver a lamentar el estropicio tras tu paso y, en determinadas ocasiones, asiendo un denuedo hercúleo al ahogarte por domeñar las impetuosas ganas.

Te mimas al pensar que la intuición no te falla trocando que, quizá, sea el miedo quien sentencia a mantenerte paralizada porque de sobra conoces la sapidez del dejo por no saber saciar las desmesuradas expectativas generadas y te postergas al más estricto de los confinamientos.

Cumplidamente destrozada apartas todo lo que ya nada conforta y recompones una y mil veces el entendimiento de tu incomprensión obligándote a recusar de tu tenencia descuidos ajenos que poco o nada derivan de tus acciones. No admitas, no consientas pese a que duela no siempre eres responsable.

Ey, profundiza en esa hambre desconocida e igual consigas respirar.

»Déjame vivir con alegría, Vainica Doble

marzo de dos mil diecisiete

Pese a que pretendes rescatar lo positivo del sobrevenir que detalla tu existir, muy a tu penar, estás completamente inhabilitada para alcanzar a discernir lo provechoso que entraña el desencanto en el doblez.

Con enfurecimiento desligas de tu costado la desfachatez del ventajista sin escrúpulos que arrastra y vapulea el insobornable desinterés resulta a que jamás conoció la auténtica honestidad ni aunque le atizase en plena jeta motivándole un vislumbre de desvergüenza.

Y con plena conciencia te rindes al portador de pensamientos revolucionarios liberados de prejuicios sin enmascarar bajo simulada apariencia, insurgente de la soberbia dueño y señor de límpida naturalidad. Bebes a sorbos esperanzas sin límites del venero de la lealtad.

A recordar en todo momento que lo sincero siempre es sencillo; no falla.

Nunca estuvo entre tus pretensiones desarmar a la vanidad ni evidenciar a la inexactitud. No pasa nada, domina tus limitaciones y atiende a la atrevida humildad.

Inspira, persevera en el camino dejando todo atrás.

»Superganadores, Los Trotamúsicos

agosto de dos mil dieciseis

Dificultosa anualidad escaldada en manos de la constatación del súmmun inmaculado de la ruindad dueña y señora de aquellos que un día poseyeron la incondicional lealtad que, solamente, tu respeto profesa sin cláusulas ni letra pequeña.

Obstinada vida en enseñarte por cojones a esconderte tras tu corazón y obstinada testaruda tu persona en enseñarte a no colaborar con tu propia desgracia salvaguardando tus sentimientos que nunca, jamás, están de vuelta de nada a la calma perpetua de un improvisado sencillo palpitar, tanto para bien como para mal.

A recordar en todo momento tu cuenta pendiente con ese amanecer a destiempo sobre un cielo glacial atiborrado de estrellas teñidas de los colores más inimaginables… igual, el truco está en no desesperar; todo llega.

Siempre echando en falta lo que no debes soslayando tu indómito deseo desbordándote de maldita soledad para herirte solo a ti misma porque, finalmente, comprendes que el tiempo marcha a su hora y no tiene en mente permanecer a tu espera.

Despereza, comienza la cuenta atrás.

»Elegy for the Arctic, Ludovico-Einaudi

mayo de dos mil dieciseis

Abres tu natalicio trigésimo séptimo desbordada de profusa tristeza e incapaz de diligenciar una maraña de sentimientos que te revuelca, que te envilece en pos de tu cobardía y te arroja despoblada próxima a tu desnudo aliento.

Te faltan las palabras de tan yerma de aliciente que estás empero tan llena de sueños delineando un nuevo entendimiento para saborear, finalmente, tu propia naturaleza exhortando tu parte más irracional, más primaria.

Derrumbar para levantar; independientemente de cuál sea el resultado.

A recordar en todo momento que debes ausentarte de tu molicie contemplativa acortando la distancia para probar, palpar, oler… igual, pensar menos permitiéndote la equivocación como un derecho.

Eternamente desubicada extrañando algo que no aciertas a descifrar y constantemente agradecida, inclusive, de no ser nada personal.

Descansa, que ya te despierto yo.


»Wake Me Up, Postmodern Jukebox