[058]

En el hipotético supuesto de haber pasado un tiempo prudencial –pongamos dos mil setecientos setenta y siete días– pero aún así reconstruyo una y otra vez aquel puñado de horas con pelos y señales cada palabra escrita, el serio semblante de tu rostro que jamás conocí y las ganas intactas de hacerte mil preguntas con hambre; entonces, ¿se podría afirmar que es real el efecto que produjiste en mí y que, a pesar de haberlo deseado con todas mis fuerzas, a día de hoy no he alcanzado ni alcanzaré a olvidarte?

¡Cáspita! ¡Mardito seas donde quiera que estés!

 

[057]

Creemos conocer el terreno en el que nos desenvolvemos, pero a veces un simple detalle cambia y con él toda nuestra existencia. Y eso nunca lo vemos venir e inesperadamente ya nada tiene sentido y todo se tronca de significación y, jamás, vuelves a ser el mismo.

La gente teme a las cosas equivocadas y es incapaz de idear otra verdad que no sea la propia. Tan solo siente su palpitar y deberíamos estar obligados a sentirnos afortunados y estar infinitamente agradecidos porque alguien nos regale su tiempo, su entrega o su cariño en cualquier medida.

Hace ya años que su opinión me importa un bledo porque entre vivir y resistir hay un matiz y eso es lo que quiero.

[056]

Tiempla corazón por si despierto entremedias de convencionalismos gobernando mi pobre entendimiento. Tiempla si ves la torpeza de mi juicio conceder interés a chismes de carácter entrometidos. Tiempla si alguna vez doy pábulo a mis rancios prejuicios.

Tiempla corazón si ya no insisto en conmoverte ante la ternura del afecto o ante la excitación del tacto. Tiempla si descubres secar mi tímida pasión, si no acuno mi consentida esperanza y dime cómo coño no voy a estar mucho mejor cuando arremetes con vehemencia y el hálito te me llevas.

Tiempla corazón, tiempla por ambos dos si, llegado el momento, desfallecen mis fuerzas.

[055]

En el vergel que acicala el pequeño patio que custodio, con suma dedicación, he logrado confraternizar con un grupo de pajarillos que revoletean a su libre antojo y con los que mantengo inacabables parloteos de esto, de aquello y de lo de más allá.

Conquistada su confianza, ahora, los adiestro para que confeccionen el más alucinante vestido de fiesta que jamás imaginé para así presenciarme al baile de palacio. Jo, tengo hasta la última campanada de medianoche ¡yupi!

[054]

‘Y mi mano en tu mano…’ seguida de una rosa deshojándose finalizan todos y cada uno de los mensajes que le deja entrada la noche en su espacio; lucubrando así mi quijotesca figuración mil y un deseos de lo que abocetan, de lo que acallan esas letras no devueltas.

Inexplicable el caprichoso conexionar de la querencia cuyos preceptos han sido mezclados por un indómito loco.

[053]

Hace algo más de una semana que mi vecindario ha tenido a bien renunciar a la fastidiosa práctica de aplausos, cacerolada, música inapropiada, rifas, fiestas varias y un largo etcétera de despropósitos dispares en los que jamás he cooperado.

Esta tarde, en un alarde de intrepidez sin igual en mí, he acondicionado el tocadiscos lo más próximo que me ha sido posible al ventanal abierto de par en par y una vez configurado el modo repetición con el volumen a todo carajo les he homenajeado con la gran balada ‘Caca culo pedo pis‘ de Los Punkitos, mientras humeaba un gustoso pitillo sentada en la barandilla.

Créame, ha sido algo poéticamente patético y sí, creo que paso demasiado tiempo sola.