[033]

En cuanto la pertinencia así lo arreglaba enfilaba calle abajo como alma que lleva al diablo para irrumpir en el hogar de una anciana cercana que a la estimación simbólica de un duro canjeaba un vaso chato de refresco helado donde una cucharilla hacía las veces de palillo. Con una maestría prodigiosa lograba liberar el polo casero del improvisado molde y a la vez que extendía su mano a mi altura para que pudiera degustarlo hasta entumecer los labios, muy solemne formulaba el recordatorio de que el utensilio de alpaca era retornable.

Un chorreo continuo de críos colmábamos de correteo aquel fresco zaguán en aquellas siestas de otro tiempo y, extrañamente, hace días que me sorprendo rememorando esa desenvoltura despreocupada en el acaecer asimilando que en efecto cuanto más hostil es el contexto más se convierte en un oasis.

[032]

Qué poquito tormento origina el proporcionar evidencia al desagrado, al fastidio, al incordio e, inclusive, a la irritación de la errónea conducta en el proceder de todos y cada uno de aquellos afines que se emperran en el hostigamiento inoportuno de acompasar nuestros días y cómo de manera incomprensible se atora enmudeciéndose en lo recóndito de los deseos más íntimos algo tan sincero a la par que sublime como un: ‘oye tú, ni te figuras lo mucho que me gustas’.

Irrefutablemente, el ser humano es un detestable cretino.

[031]

En el mecimiento de los años arranco a entender que no solo se avejenta el lustre de mi pellejo sino que conexo a esos andrajos que insisto precariamente en denominar alma se van descorchando esos precipicios ocultos bajo falsas ilusiones en el sentir. Es entonces cuando todo comienza a parecer lo que es; una vieja deteriorada pensión erigida inmóvil al resguardo del devenir de vidas anónimas sin registrar ninguna en particular y a ratos me encantaría emprender esa absurda carrera contra el tiempo olvidando que, como siempre, voy a deshora.

Resulta me perdí todo el interés negando hasta mi propio nombre y, entretanto, garabateo bagatelas para ver si aprendo a soportarme para que así algún día, quizás, también logre perdonarme.

Qué sé yo.

[030]

Siete.

Breve introducción a la serenidad de mi caos.

Siete.

Envidia, gula, ira, lujuria, pereza, soberbia y la avaricia de ambicionarlos todos.

Siete.

Y esta es mi avaricia, la que no se resigna y no se sacrifica. Esta es mi avaricia la que da origen a mis otros muchos pecados sin ser nunca escarmentados.

Perdóname, padre, porque he pecado contra todo y ante mí; ya no soy digna de hallar liberación hasta que mis huesos den al traste con el fuego eterno y mientras tanto vuelta a este auténtico infierno a seguir fingiendo obstinada en perseverar en el lado de lo clandestino.

»Moonlight sonata improvisación

[029]

Me pregunto cómo debe de ser eso de mirar bien adentro de uno mismo sin evasivas ni paños calientes y no sentir unas irrefrenables ganas de vomitar o, mejor aún, cómo va eso de esparcir tus despreciables miserias tachando a todo aquel que no seas tú.

Quiero saber cómo se embarra y desprestigia la totalidad de la parte conveniente que desinteresadamente alguien te entrega valiéndote para ello de la milésima fracción del chasco de tu propia exigencia.

Me esfuerzo y no entiendo y me desespero y me doblego serenando tremenda apetencia de estampar la cabeza contra el suelo.

Y entonces, por momentos, me violenta una envidia insana por ser tan babieca incapaz de asimilar los preceptos del juego en el que todo vale sin que nada importe e, irremediablemente, el mundo se me queda cada vez más inmenso.