[022]

Lo que debería ser y lo que no; cómo debería ser y cómo no; lo que decir y cómo debe ser adecuadamente expresado; qué conocer, qué pensar, qué sentir, qué considerar, qué disfrutar, qué comprar, qué leer, qué comer, qué vestir y, todo ello, ejecutado en su preciso comedimiento; lo que es belleza y lo que desagrada; lo correcto; lo incorrecto; lo que está bien, lo que está mal y otras mil formas de ejemplarizar.

Ciertamente, deber ser agotador esto de estar sometido a un juicio de valor constante sin escrúpulo alguno para consigo mismo, ¿no?

[021]

Por cuestiones que no vienen al caso y obviando lo que se estima que estructura la anatomía de la cavidad bucal que me confeccionaron de fábrica relativo a lo establecido, como accesorio extra, cuento con ciertas piezas metálicas en las que se acomodan unas bandas elásticas que al toque de la sinhueso mía emulan el sonido propio de un muelle rebotando que reproduzco en coyunturas favorablemente adecuadas a lo ventrílocuo experimentado.

Todo un auténtico espectáculo digno de admirar.

Y con destrezas semejantes a esta, no obtengo elucidación posible de mi ser en otra aptitud algo más útil como si le hubiera entregado idéntico interés que al de fantochear.

[020]

Tremenda rebeldía a largarse de una vez por todas este veranillo cansino que me consume y me merma a un mísero anhelo en busca de noticias de mi tan amado desaparecido otoño; en el que contentarme en una fría tarde de paseo a la deriva adecuando los pensamientos a la cadencia del crepitar de hojas secas bajo mi peso preguntándome si así es el sonido de cuándo alguien te acomoda en el olvido casi sin haberos conocido y sintiéndome raramente incomprendida, tan sumamente especial en la soledad de mí misma que ni imaginar puedo el existir de otro semejante afín a mi infrecuente sentir mientras peleo por barajar los indomables mechones de mi alborotada melena a merced del caprichoso vaivén del viento.

Y con idílico panorama se me antoja, hoy, la humanidad insoportablemente previsible.

[019]

Día tras día, inamovible, como una ingente condena asisto al repliegue y despliegue de la muchedumbre que me asaetea con sus periplos de señas en sinnúmeros retiros estivales más saqueadores de oneroso efectivo que prometedores de paradisíaco elíseo.

De por medio del tumulto escuché los imperceptibles pasos de un rapsoda consignatario de la más sublime nostalgia tras el rastro de su numen la que redescubrirá a pies de un riachuelo ataviado con su cachucha de cola de mapache canturreando barcarolas del cancionero pueril de la magistral diva Rosa León.

A Dios gracias, en esta temporalidad también yo tracé milimétricamente alivios de asueto.

[018]

La alienación de insoportable canícula y suntuoso tedio es la explanación favorable para portearme a zascandilear entre las refrigeradas instalaciones del almacén especializado en bricolaje más cercano de mi localización surtiéndome de avíos varios aptos para la realización del saneamiento y hermoseamiento de mi asceta guarida.

Extenuada por el hercúleo dispendio, ahora, en la rebosante oscuridad de este habitáculo me veo postrada en la cesación de venideros sucesos en lo que a quinquenios se refiere y abrazando a la exactitud de mi archiconocido descuido me veo abocada a discurrir largo y tendido sobre el provechoso uso de mi reciente atornillador litio de óptimo rendimiento con cabezal angular con ocho posiciones de giro facultando el acceso a todas las áreas, además, detallado con luz LED para trabajar en zonas poco irradiadas.

El latoso repiquetear de mi talón contra el firme me ilustra el empleo inaugural del aparatito fijador de elementos aleccionando de una vez por todas a mi molestosa persona obstinada en interrumpirse asiduamente en plena elucubración.

[017]

Dificultoso me sería no apercibir su diminuta figura cubierta por una camiseta y un pantalón a modo de traje de baño entremedio de sus compañeros de juegos durante la hora del chapuzón desde el emplazamiento donde regularmente gesto endorfinas sinfín reanimando la apasionante alegría de vivir en mí y, sin dar crédito, corroboro que el acicate de tal atrocidad es que el pequeño está gordito y le avergüenza su cuerpo; cuestión acertadamente atajada mediante una flamante efectivísima tabla de reducción y endurecimiento de abdomen.

No asistiría a la sinceridad si desdigo que este trance entraña en mi persona una profusa frustración de la repugnancia que podemos llegar a dar y si lo que ahora prima es ser una bella envoltura desprotegiendo a la inocencia, si verdaderamente esto es todo… lo lamento, pero hoy aniquilo para los restos mi menguada fe y que le den por culo a este frívolo mundo de mierda.