[028]

Hace tanto que malgasto el tiempo que dejé de contabilizarlo.

Con inaudita maestría le he ido restado transcendencia a todo que entre pitos y flautas, idas y venidas, dimes y diretes, atesoré únicamente abandono.

A mi manera, alguna que otra vez lo intenté pero queriendo no querer equivocarme en nada, tal vez, algún que otro detrimento ocasioné, unas cuantas de horas robé y otras tantas de confianzas estafé. Y en el empeño de querer no herirte en nada, tal vez, enredé haciendo pensar que no sentía nada.

Y entonces vendrán días pero patirarán las ganas porque la culpa solo es de uno mismo por no saber dar la cara.

Eso es todo y todo es nada.

[027]

Frente a ti soy un perro hambriento, un animal perdido sin límites ni entendimiento.

Frente a ti postergo la sordidez que establecidamente se pondera porque en ti contemplo la belleza que un día desertó de mi vera.

Se me rebela el cuerpo en estremecimientos por la contenida expectativa de prestar nuevamente mis oídos al gruñir de tus cuerdas rendimiento de mi tacto en la sonoridad de tus teclas.

Incendia el mapa de mis sentidos.

Claudico esclava en la brutal libertad que solo degusto en el estudio de tus piezas pegando una patá a la puerta del indomable universo que reprimo y entonces hasta mi propia lengua olvido y el no ser ya no importa porque no hay mujer más llena de placer en este mundo que esta loba necia en el desprecio de su vergonzosa cortedad reparando su maltratada esencia en las pautas del tempo.

[026]

Al pie de la alacena de tu boca yacen estos versos degenerados junto a otro puñado de obscenos pensamientos que me reservo cuando te invento.

Urgente hambruna con la que devoras encarnados arilos de mi granada estallando entre tus dientes descaradas pinceladas de inclemente ternura de invierno. Y al tragar bocado respiras resquebrajando en mí una besana de apasionadas caricias con fragancia a vendimia de gélida escarcha desatando con ímpetu un derroche de tímidos latidos intrépidos.

Entonces, apenas si te deseo, vas y te desvaneces al cobijo de inconmensurables miedos.

Ungüento de milagro alimenticio, así es como en ti yo pienso.

[025]

Coja la parte que más le guste, aquello que más le divierta o colme la ración hasta que empache su apesadumbrada angustia.

Expolie a diestro y siniestro sin vergüenza alguna; mas no desoiga su insaciable satisfacción y atienda a que esté bien llena.

Luego, cuando ya el rastro de nadie vea, rebusque de por medio de cochambrosos pedazos, de sucios desperdicios y de infectas sobras que ni las míseras hienas veneran.

Antes de partir, no olvide depositar a la salida el pago con su juramento de sincera querencia.

Borracha de estupor y de rabia admiro el majestuoso inacabable espectáculo con el desinterés de un muerto y ni te atrevas a balbucear súplica emoliente porque, entonces, no sabría si pegarte o llorar de pena.

[024]

En mitad de un abrazo de bienvenida o, quizá, en plena madrugada en el desvelo del calor arrancado a otro cuerpo o tal vez, quizá, al término de una tronchante carcajada.

Quién sabe.

Pero cualquier día en cualquier lugar justo en ese insignificante instante, sin previo aviso, reconocerás a la soledad en tu propia respiración y te sorprenderá saber que ese incorregible vacío lleva mi nombre con toda la tristeza del recuerdo que no vamos a tener.

Entonces, arrastrándote volverás aquí buscando encontrar con tus ojos violentos entremedio de estas letras si, ciertamente, yo soy tu causa y si eres tú mi sueño pudiendo no acabar nunca o comenzar una y mil veces de nuevo.

[023]

Todos y cada uno de nosotros, a título personal y en su fuero interno, nos concebimos como una rebelde criatura inadaptada en perpetua disputa con lo debidamente establecido privados de convencionalismos y artificios aborreciendo la totalidad común tan aburrida entregándonos a un enardecido diferencial vagar en el límite extremo de lo insólito sin tacañear en exageradas vanaglorias de ello.

Bien. Entonces, en tal caso, se podría formular que todo aquello concebido hasta la fecha como corriente se transforma en inusual y, efectivamente, el ser humano es ridículamente extraordinario sin dejar por ello de horrorizarme.