Categoría: breveces

Tengo la extraña costumbre de ocluir mis canales auditivos externos con auriculares portadores de elevados retumbos para así tropezar con el silencio, de resultas acállome a la par que provócome pero, sobre todo, desoyendo el maldito reclamo insistente e inoportuno de llamadas pancistas incapaces de atesorar el más mínimo entendimiento.

Y pongo de manifiesto que en el remoto supuesto que yo habitara o habitase afuera de esta esencia mía donde tocóme anidar; jamás, nunca, bajo ningún concepto me interesaría. Soy cabalmente lo que no quiero para mí.

Mañana romperé un nuevo día que es idéntico al de ayer que a su vez es idéntico al de mañana, que es hoy, y ni me inmuto habituada a una reincidencia anegada de cuidados entregados que para mí no tengo en noches que no fui con sentimientos de garrafón de un payaso triste mientras resuelvo de una puta vez por todas empujarme por la ventana.

Ahora, entretanto comparece el mañana, encarnando la manifestación culmen del carpe diem introduzco la cabeza en el congelador de mi nevera y adhiero mi lengua a una de sus gélidas paredes.

¡Para mí la vida!

No soporto al ser con desmedida confianza en sí mismo, me genera incredulidad.

Complacido de haberse conocido de modélica integridad sin cabida alguna a la equivocación, al defecto o a la flaqueza; concerniente a sí mismo siempre al patrocinio de una justa exculpación empero con un implacable reproche presto para lo ajeno. Entendido categórico de todo lo habido y por haber, aunque desconocedor en su totalidad de ser un perfecto extraordinario insuperable ridículo insufrible cargante gilipollas.

Sé que no soy adecuada para nada ni para nadie.

Y si amontono el acervo de casualidades y caprichos del azar que me han dispuesto hasta aquí, a esto que soy y hago ahora, no alcanzo a distinguir qué ventura o desventura promovió mi no conversión en otro yo, en otra ubicación diferente y en otras oportunidades, quizá no tan propicias después de todo como para no dejar de ser adecuada para nada ni para nadie.