la azotea

Acostumbro a recostarme en el poyete del muro de la azotea mientras se deshumecede mi colada dispuesta debidamente en el cordel en su adecuada jerarquía.

Mientras, empleo ese valiosísimo espacio de tiempo para ejecutar lo que más me chifla en esta insana vida: hacer nada. Absolutamente nada.

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dos iguales para hoy

Hace rato que el zumbido amortigua mi respiración. No apagué el motor, ni extraje la llave mientras te busco con la mirada, ni salí del coche para cruzar la puerta de entrada al edificio con evidente desagrado que desencadena en mí tu existencia como tantas miles de veces que, forzosamente, me dejo caer por aquí.

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